Lo que dejaron - Entrega final de la series "Vacaciones sin Pensar" de Eduardo Ramírez de Rosario


Cuando los usurpadores se cansaron de jugar con la Tierra y de abusar de sus habitantes, se presentó una oportunidad para reagruparse, organizarse e intentar aprender algo a partir de las ruinas y deshechos que nos dejaban, porque más allá de parecer monumentos delirantes, no eran otra cosa que objetos creados a partir de una tecnología como jamás habíamos visto ni supuesto.


Era evidente que una parte del juego de los usurpadores era la de mofarse de los elementales humanitos, divertirse a costa de nuestra ingenuidad dejando a su paso retorcidas modificaciones de la realidad de formas caprichosas y absolutamente inesperadas.
Lo inesperado,... fue precisamente eso lo que nos retuvo en ese plano de confusión durante tanto tiempo.
Mientras ellos conservaran semejante ventaja era imposible aventurarse a predecir sus movimientos.
Yo lo pude vivir en mi propia casa; a la mañana de un día martes el patio estaba como y donde siempre, para la mañana del Miércoles, en lugar del jardín había un abismo y se podían reconocer estrellas y peces en su profundidad... tres días mas tarde el patio reapareció tal como lo recordaba pero con nuevas plantas...


Supe que algunos de ellos nos miraban con cierto afecto, pero no eran los principales, no tenían la misma autonomía de los burlones que nos abusaban.
Después de años de encontrarnos cada día con el paisaje absurdamente modificado avisaron que se retiraban... claro, después de tantos juegos mentales, de tanta manipulación, de tantas burlas, no les podíamos creer ni una palabra.
Fueron los amables, los benignos los que nos confirmaron que realmente se marchaban, y entonces sí, nos permitimos respirar con nuevas esperanzas...



Finalmente, algo de lo que suponíamos si sucedió: dejaron las construcciones y los monumentos intactos; los equipamientos modificados en los medios de comunicación y hospitales también.
No era, entonces, todo pérdida ni humillación, alguna ventaja dejaba todo esto, sin embargo lo que resultaba casi imborrable era la espantosa sensación de extrema debilidad, de reconocernos como quienes elaboran herramientas de hueso y piedra.


Lo que muchos suponíamos: la próxima vez, si algo así volvía a suceder, no nos encontrarían tan desvalidos. Haciendo todo tipo de ingeniería inversa los humanitos procuraríamos decifrar los misterios de la tecnología de los usurpadores, tendríamos entonces nuestras propias naves, nuestra propia medicina infalible, nuestras... pero no, la reacción de los terrícolas fue bastante distinta, los mayores esfuerzos se aplicaron en la rehabilitación de los viejos dispositivos de convivencia tal y como los conocíamos antes del primer contacto.
Algunos territorios se fusionaron, en especial los que compartían idioma y costumbres; los nuevos líderes del nuevo mundo post humillación hablaban y se expresaban casi de la misma manera de siempre.


En menos de un año se reactivaron la mayoría de las automotrices y en poco tiempo volvieron a rodar los viejos transportes de combustión interna.
Los artefactos médicos de los usurpadores seguían funcionando como si fuera imposible descomponerlos.
A pesar del perfecto funcionamiento de los vehículos personales que habíamos adquirido de nuestros visitantes, muchos comenzaron a ver con cariño esos atractivos quemadores de 8 cilindros.
Ya estábamos tan acostumbrados al aire puro y el agua limpia de los mares, que un poco de mugre nueva nos hacía sonreír...


Al sexto año de la partida de nuestros angustiadores, finalmente la Tierra, en un esfuerzo internacional conjunto, logra desarrollar su primera nave interestelar con 28 personas a bordo. Al llegar al borde de nuestro sistema solar la tripulación emitió una última transmisión que decía algo así como: -No pensamos volver, adiós...
En un principio se pensó en desarrollar una segunada nave, pero no hubo consenso y... bueno, ya estábamos bastante acostumbrados a ser humillados.


Respecto de los monumentos y la pseudoroca utilizada para la edificación de los mismos quedó en una gran incógnita; entonces, lo mejor que se nos ocurrió hacer, fue crear un renovada industria turística para visitar esos cientos de edificaciones delirantes que nos habían dejado.


Recuerdo con una cierta nostalgia la buena actitud de aquellos que nos miraban con cierta compasión y procuraban pasar algún tiempo con los humanos. Estoy muy seguro que trataban de decirnos algo, yo no les entendía mucho que digamos a pesar de que era notorio que se esforzaban por hablarnos de forma pausada y sencilla.
Sé bien que un día, en una plaza, los benignos hablaron largamente de algunas cuestiones respecto de nuestro desarrollo, de las posibilidades de nuestra especie pero... no puedo recordar, y mi amigos y yo tenemos muchas fotografías de aquellos encuentros con los Amables pero extrañamente no podemos recordar sus palabras.



Eduardo Ramírez de Rosario

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