Enigmas de un Desierto - by Eduardo Ramírez de Rosario


Un grupo, 4 chicos bajo el Sol de Enero corriendo como si la temperatura no fuera un problema...
No es imposible que encuentren rastros y restos de extrañas formas de vivir y pensar... después de todo, la Tierra puede ser mucho más vieja de lo imaginamos.


Formas de vivir y de pensar tan ajenas al promedio imperante que ya no podremos ver las cosas del mismo modo que lo hicimos hasta el momento del shock...


¿Qué necesidad teníamos de llegar hasta este lugar?, obviamente, en un grupo de pibes, siempre está el tema de la valentía y esas cosas que nos impulsan a meternos en más y más problemas...
No sé si le puede echar la culpa a la tetosterona...


Pero ya está, llegamos y no eran ruinas tan ruinosas, Si hasta parece que alguien le hace el mantenimiento a "esto"... (para llamarle de alguna manera...)


La voz de mi viejo:
- Conservá esto en mente, vinimos a descansar, no quiere tener que buscarte con la policía, a las 7 estás de vuelta, ¿estamos?


Unos de los chicos pensó en voz muy alta:
-¡Esto es nuestro, es nuestro ahora!, ¡no tenemos que decir nada!
(¿Se habrá creído que es un castillo?)


Demasiado jóvenes para tejer suposiciones conspirativas y cosas de ese tipo...
Pero yo ya había leído mucha ciencia ficción, tanto como para volarle la cabeza a mis amiguitos...

Es que contemplar lo colosal nos plantea muchas intrigas, y frente a este caso, saber quien o como cortaron y movieron los bloques para levantar las pirámides era una cuestión menor; alguien había plantado una maquinaria donde se supone que alguna vez, alguien vendría (porque el bosquecito se puede observar a mucha distancia).

Le dimos vueltas al asunto, a la cosa, a "eso", lo tocamos, intentamos meternos dentro, pero nunca le encontramos puerta.

Pasando las palmeras estaba lo absurdo, no podían haber hecho algo semejante para los turistas ni era razonable pensar en algún fenómeno natural como causante de... cada quien le puede llamar como quiera.

El más chico, nos dijo que tenía miedo, que sentía que ya estaba demasiado lejos del hotel y volvimos todos.

Hace un rato, tras celebrar mi cumpleaños número 22, traté de lograr que mi padre recuerde el lugar, aunque sea alguna pista, algo como para comenzar a preguntar a gente que sepa.
Está siempre la tentación de pensar que esto nunca sucedió, pero hay fotos; en una de ellas se observa el patio trasero del hotel y más allá del cerco la ruta y el desierto.

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